En principio por muchas cosas, una de las más importantes el saber que cuando me alimento se que no hay ningún animal que sufra por mi, en el sentido más literal de la palabra, ya que ha de morir.
Siempre he sido diferente. Hay un tópico que corre por ahí que dice que los artistas son más sensibles que el resto de la gente... puede ser, se que algo diferente hay en las personas sensibles y en las que no lo son...
Cuando fuimos a vivir de nuevo a El Fontanar, en Jaén, la aldea en la que nací, los inviernos además de frios eran macabros, sobre todo unos días al año, cuando llegaba la hora de la fiesta del asesinato y todos se reunian alrededor de un pobre cerdo, criado y cuidado para ser sacrificado de la forma más cruel imaginada, como en los tiempos antiguos, cuando se sacrificaban humanos para los dioses... Cuchillo en la garganta, mujer recogiendo la sangre de la 'bestia' y removiéndola para que no se cuaje... y luego... agua hirviendo, hay que depilarlo... La primera noche se comen las visceras, y el cuerpo queda colgado en unos palos en el exterior, abierto en canal... Hasta recuerdo el olor... el olor a matanza... y lo malo... que yo participaba de ello, en parte...
Había una parte que no podía ni quería ver, mucho menos oir... y me vienen ahora al recuerdo imágenes que nunca suelo recordar. Cuando sabía que llegaba la hora... huía... vencía mi gran miedo a meterme en una cueva que había cerca de la de mi familia y me iba hacia allá, me metía en la cueva, me sentaba en el suelo y tapaba mis oidos para no escuchar, era difícil... los gritos de aquel pobre cerdo eran tan desgarradores y tan potentes que traspasaban muros y piedras... era horroroso.
Lo peor es que lo sigue siendo...
Lo mejor, que yo ya no me alimento de seres que sienten, que aman, que se ponen tristes cuando los matan.
A veces dentro de mi se acumulan sentimientos que desean salir, pulsiones infinitas que abarcan hasta lo más profundo de mi ser. Deseos que se acaban por cumplir, deseos que dependen de mi, sin los cuales no sería yo.
